¿Lo oyes? El tic-tac del reloj marca el final de la noche. Sin embargo, la noche no acaba hasta que así lo haga la botella de Château Petrus que reposaba en la mesa. Ya no contaban las horas, ni los minutos, ni los segundos; sólo las cicatrices que no cerraban y las lágrimas que no terminaban de secar.
La música lo acompañaba de fondo. Una banda sonora que retumbaba en su cabeza. "Celui qui bercera la peine de mon âme de parisienne". Palabras que daban vueltas en su cabeza. ¿O era el vino? Ya no importaba.
Medio desnudo y tumbado en el sofá. Cerró los ojos por un momento esperando que Morfeo no se la jugara aquella noche. Otra más. ¿Qué más da? Al fin y al cabo, toda la nieve acaba por derretirse.
3 comments:
Adoro ese frío. El que hiela el corazón y llena los pulmones de niebla. Es genial.
A veces, hasta los corazones más fríos se derriten.
Besos!
El helo quema, y es algo que hay que tener muy presente.
me encanta tu blog.
te sigo!(:
Feliz navidad de la chica de los chicles
http://lachica-deloschicles.blogspot.com.es/
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